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jueves, 22 de noviembre de 2007

Sor Inocencia


Ella se dio cuenta que había elegido desde la vaciedad de su existencia. Ser monja la ponía a resguardo de los avateres de la vida; la emparentaba con el hijo de Dios -es decir- Jesús. Pero el que era al mismo tiempo Dios, padre y Espíritu Santo.
Entonces lo poca cosa que significaba ante su padre porque al no poder darle una buena dote y sí sólo un apellido respetable, hacía que nadie la mirara como posible candidata a un casamiento. Esto hizo que su padre le agradeciera sin palabras la decisión de ingresar al convento. Esa fue la triste historia de Sor Inocencia.

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