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jueves, 29 de noviembre de 2007

Confesión




En ésta tu ausencia presente
quiero confesarte cosas...

Cosas que, sin que yo lo quiera,
se me ríen en el cuerpo y en la piel.
Mi cuerpo,
ése que conociste
antes de quedarse huérfano,
parado en una nube,
como un pájaro triste
hoy se ve.
Cansado de andar solo,
dueño de sí mismo y del tiempo,
pidiéndome disculpas,
anda buscando un límite.

Se interna en los espacios vitales
de los otros
y anda como los gatos,
de noche bajo la luna,
recorriendo ágil,
uno tras otro,
el aliento de los patios.
Mi cuerpo... ese que conociste...
Lo dejo que se vaya,
como si no fuera mío,
que me deje el alma dormida y triste
conmigo.

21 de septiembre de 1978

Periodismo femenino

"...Iniciaremos nuestro trabajo exhortando a los hombres a la calma de sus pasiones. Nuestro país, destinado por la naturaleza a ser una mansión de delicias, está convertido en un campo de batalla. Los militares, por lo general, gente turbulenta e inquieta, lo han puesto en este estado. Ejercen en las provincias del interior un despotismo inaudito, y es muy singular (que) cubran sus atentados con el pretexto de constituir el país.
Jamás hemos oído que los legisladores de un pueblo sean los fusiles, las espadas y las lanzas. La constitución, como todas las cosas, es buena y duradera mientras se quiere. Más por la fuerza, nadie hasta ahora se ha hecho amar".

El editorial transcripto corresponde al primer periódico, La Argentina, editado en Buenos Aires por mujeres hace 173 años, en octubre de 1830.

lunes, 26 de noviembre de 2007

En la Edad Media...


En ninguna época fue la mujer más insultada, burlada y despreciada como en la Edad Media. Teólogos, poetas, novelistas, juglares y predicadores se encargaban de acusarlas de falsas, hipócritas, coquetas y descaradas.
En el Roman de la Rose encontramos una larga lista que nos alerta sobre la fragilidad, versatilidad e impudencia de las mujeres. Hay menos mujeres buenas que cuervos blancos. Perlas de esa época son: el cinturón de castidad, el derecho de pernada, la persecución de las brujas y el famoso Concilio del año 585, en el cual se debatió calurosamente -entre hombres-, si la mujer poseía o no alma.

La Monja Alférez: Doña Catalina de Erauso



Nació en 1592. Escapó del convento cuando aún era novicia. Eligió disfrazarse de hombre toda su vida. Recorrió tierras americanas sirviendo como soldado. Algunos dicen que cometió algunos crímenes obligada por la circunstancia de tener que salvar su vida. Sin embargo, el rey Felipe parece que la condecoró y le concedió una pensión vitalicia por los servicios prestados a la Corona y al Papa. Además le permitió seguir usando ropa de hombre.

Yo me pregunto si lo que hizo no fue lo más ajustado que la época le ofrecía a un espíritu inquieto y aventurero como el de ella. Hay una imagen que saqué de Wikimedia que la muestra así.
El fumador de opio, Thomás de Quincey, escribió una novela sobre ella traducida al castellano por el peruano Luis de Loayza y publicada por Barral Editores, Barcelona.
Mi amigo y filósofo, Pablo Viola, que hace años reside en Italia, me la regaló en 1979.